Las citas con inmigración pueden ser intimidantes. Pero en Atlanta, voluntarios están presentes para ayudar

Afuera de las oficinas federales en el centro, simpatizantes ofrecen refrigerios, tarjetas con información sobre sus derechos y, en algunos casos, conexiones con recursos legales.

Anton Flores-Maisonet discussed a Guatemalan man’s situation. “We continue to figure out how to deal with our own impotence in a system that is bent on dehumanization, detention, and deportation,” he said, “and we continue to learn what it means to protect the most vulnerable who are here.”

En una mañana de junio, antes del amanecer, se forma una fila junto a los portones de hierro en Ted Turner Drive. La mayoría de las personas llevaban documentos en la mano, y algunas estaban acompañadas de niños. Esperaban sus citas con la corte de inmigración o sus check-ins en la oficina local del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), donde deben presentarse quienes han sido previamente detenidos o arrestados.

Edna estaba en la fila con su cuñada, Stephanie.

Edna, nacida en México, estaba allí para su propia cita con ICE. Pero ambas estaban más preocupadas por el hermano de Edna—y esposo de Stephanie—Juan. En una zona rural del centro de Georgia, Juan fue arrestado cuando regresaba del trabajo, y luego puesto bajo custodia de ICE. Durante cinco días, Edna y Stephanie no lograban encontrarlo en el sistema en línea de localización de detenidos de ICE, ya que no contaban con su “número de extranjero” (alien ID). Finalmente, Juan las llamó desde un centro de detención en Atlanta. Según Stephanie, él estaba manejando legalmente, “pero el policía lo detuvo porque cumplía con cierto perfil demográfico.” Después del check-in anual de Edna, ambas planeaban reunirse con un abogado para tratar el caso de su ser querido.

La fila afuera de la oficina de ICE creció hasta reunir a unas 50 personas. Esa mañana, todos fueron recibidos en español e inglés por voluntarios de Casa Alterna, una organización con sede en Atlanta que lleva 20 años ofreciendo “hospitalidad radical” a las comunidades inmigrantes de Georgia. Este grupo dio origen a El Refugio, ahora una organización independiente que ofrece apoyo—y un lugar gratuito donde dormir—a quienes visitan a seres queridos detenidos en el centro de detención de inmigrantes en Lumpkin.

The line begins forming well before the ICE office opens at 8 a.m., with volunteers bringing chairs and food to those waiting for appointments. “Thank you for your presence in the United States,” Anton told them in Spanish. “Your dignity is something no government can take away.”

Este año, tras el regreso del presidente Donald Trump a la Casa Blanca, Anton Flores-Maisonet, fundador de Casa Alterna, lanzó Compas at the Gates—abreviatura de compañeros. Compas organiza voluntarios en “las primeras líneas de lo peor de esta maquinaria”, como lo expresó Anton: la oficina de ICE en el centro de Atlanta. Allí reparten tarjetas con información sobre los derechos de los inmigrantes, refrigerios y ositos de peluche para los niños. También ofrecen alojamiento por la noche y ayuda con el transporte. Brindan lo que Anton llama una “presencia humana”.

Mientras algunas personas hacían fila para sus citas con agentes de ICE, otras esperaban para presentarse ante un juez de inmigración. Algunas llevaban grilletes electrónicos en los tobillos, señal de que estaban en el programa de “Alternativas a la Detención” de ICE. La mayoría llega a la corte de inmigración sin representación legal, y los voluntarios de Compas at the Gates trabajan “uno a uno para entender la situación de cada persona, conectar con abogados de confianza en casos complejos y mantener una presencia tranquila y compasiva, siempre con respeto a la privacidad y seguridad de todos”, dijo Anton.

Las personas que acuden a estas citas “quieren creer que nuestro sistema es democrático y justo, que nuestras cortes son imparciales y que recibirán un juicio justo”, dijo Anton—quien tiene una visión distinta. Hannah MacNorlin, abogada de inmigración en Atlanta y miembro de la junta directiva de Casa Alterna, explicó que las personas con ciudadanía o residencia legal no pueden ser expulsadas del país sin el debido proceso. Pero las personas indocumentadas no cuentan con esa protección: en la corte de inmigración, lo único que se necesita para deportar a alguien es su identidad. “Literalmente no hay controles sobre ICE, y nunca los ha habido, constitucionalmente hablando”, dijo Hannah.

“Esta administración está ampliando la crueldad que ya vimos en la frontera durante el primer gobierno de Trump,” añadió Hannah, con un número récord de personas detenidas por inmigración y un gran aumento de detenidos sin cargos criminales. Una de las preocupaciones que señalaron Hannah y Anton es el creciente uso del programa 287(g), una disposición polémica de la legislación migratoria de los años 90 que otorga a la policía local autoridad para actuar en nombre de agencias federales de inmigración—lo que, según Anton, ha llevado a “constantes denuncias de perfilamiento racial”. Desde el regreso de Trump al poder, los acuerdos 287(g) entre ICE y agencias locales se han expandido en todo el país: pasaron de 135 en diciembre de 2024 a más de 800 en la actualidad.

Ash McEuen, pictured in between pastors Fede Apecena and Johnetta Johnson from the United Methodist Church, ministered to people waiting in line. Two weeks prior, Ash brought a young man from Dalton to his ICE check-in appointment, and he was detained. It took Ash days to find out where the man had been taken. “I found out later, he knew there was a good chance he would be detained,” Ash said. “But he came anyway because he wanted to do the right thing.”

Otra persona en la fila, Fabio, salió de Venezuela con su familia tras ser amenazado por agentes del gobierno encapuchados—él había intentado postularse para un cargo local como miembro de un partido opositor al gobierno. “Lo que estoy pidiendo aquí es protección para mi vida,” dijo Fabio en español. Está solicitando asilo para él y su familia en Estados Unidos. La falta de respeto del presidente Trump por la ley constitucional le recordó, dijo, al difunto presidente venezolano Hugo Chávez.

“Si han dejado todo lo que conocen por miedo a la persecución, entonces lo que ven aquí, lamentablemente, les resulta familiar,” dijo Anton, caminando de un lado a otro en la fila afuera de la oficina de ICE, contando chistes y sonriendo a cada persona que encontraba. “Nosotros, como estadounidenses, debemos prestar atención a eso.”

Anton describió Compas at the Gates como un esfuerzo en evolución y dijo que este trabajo podría replicarse en oficinas de ICE en todo el país: “Estamos comprometidos a compartir este modelo para que otros puedan presentarse con la misma compasión y valentía.” Anton espera que más personas “se levanten del sofá,” y preguntó: “¿Qué harías tú si la seguridad de tu familia dependiera de estar parado en esa fila?”

Andrea Espinoza came to observe Casa Alterna’s work—and find out how she can help. Born in the States but raised in Honduras, Andrea said, “I’m very big on not forgetting where you come from.” Growing up, her family members did not have legal status, and she said she’s always been drawn to immigration work “because we had to go through it as kids.”

Get local news dedicated to Metro’s Atlanta’s immigrant and refugee communities, straight to your inbox

Subscribe to 285 South